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Estudiante de Periodismo, en su último año. Actualmente editor de Disorder.cl Ex colaborador de Cooperativa.cl, ex periodista de CtrlZ.cl y ex colaborador en el Diario La Hora. Participé en las ediciones especiales del diario "La Tercera": Anuario 2010 y 60 años.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Primer Trabajo

Barrio Franklin y Persa Bio Bio

Céntrico mall popular

Los fines de semana, desde temprano, las calles Placer, Bío Bío, Franklin, entre otras, se llenan de gente. Una gran variedad de tiendas reciben a los visitantes, algunos artistas callejeros las entretienen y unos pocos ladrones, les roban. Sin embargo, el lugar es un conocido mercado popular de creciente demanda.

Al bajarse en la estación de metro “Franklin”, los visitantes del popular “Persa Bio Bio”, en la comuna de Santiago, escuchan como recibimiento, voces ofreciendo productos artesanales, hombres hincados estirando un mantel en el suelo y un “ilusionista” que incita a las personas a apostarle al tradicional juego “Pepito paga doble”. Es domingo y la plaza parece desierta si no fuera por dos hombres sentados en una de las bancas de lugar y algunos perros. Pero al mirar más allá del área verde, una colorida calle les da la bienvenida a los visitantes.

Las tiendas de variedades

El ruido de los automóviles se entremezcla con los gritos de vendedores y compradores. Es común ver a familias entrando a los galpones, para luego perderla de vista en el laberinto que es este lugar. Los que primero caen en la tentación del consumismo son los jóvenes. En las tiendas dedicadas a ellos suenan canciones populares: reggaeton, cumbia, rock y salsas. Como es invierno y hace frío, en las improvisadas “vitrinas”, se exhiben chalecos, polerones, chaquetas y parkas. La mayoría con una buena imitación bordada de alguna marca de renombre. Entre “Adio”, “Adidas”, “Nike”, “Vanks” y “Puma” se esconden prendas más simples, esas que son del gusto de jóvenes extravagantes: Metaleros, otakus, visuals y raperos caminan buscando algo que les pueda dar “estilo” y así marcar diferencia.

Con estas tiendas conviven locales de videojuegos, electrónica, autos, accesorios y de comida, ofreciendo servicios y productos con una diferencia en el precio de casi el 30% comparado con los que se ven en el comercio “tradicional”.

Predicadores y artistas

En la calle principal, en la vereda y en las esquinas, se instalan diferentes carritos de comida rápida. Sus clientes, son los propios comerciantes del lugar. Cada una o dos cuadras se encuentra a algún artista callejero: guitarristas, flautistas y cantantes. Sentado en un banquito, un hombre mayor, ciego, toca la flauta sin dejar de mover los pies, donde tiene una cajita para las contribuciones.

Unos pasos más allá, el bajísimo y tranquilizador sonido del instrumento, termina por sucumbir frente a la aplastante voz de un predicador. Hacía cinco minutos había estado tocando la guitarra con un grupo y cantando canciones religiosas. Ahora en cambio, toma un micrófono, alza su voz al cielo y mira a los transeúntes para decirles que “los jóvenes hoy en día no saben lo que hacen, le están entregando la vida al derrotado demonio”. La gente que pasa, lo mira, se ríe y sigue su camino.

El robo y la violencia

Existe un área, que si no fuera por algunos negocios aislados, sería completamente residencial. En las casas se asoman personas mayores, algunas por las ventanas y otras por la puerta. La calle sirve de estacionamiento por sus dos costados, dejando muy poco espacio a la circulación de vehículos.

La señora Felicia (63) tiene una mirada tierna, esa que es característica de las abuelitas regalonas. Es una mujer a la que el trabajo duro le ha pasado la cuenta: camina casi arrastrando los pies, con un pañuelo en la mano y un banano atado a la cintura. Trabaja hace 15 años en este lugar estacionando autos, y cuenta que los robos aquí, son algo habitual: “Los días de persa, que es cuando hay más movimiento, casi siempre intentan robar algún auto o a la gente”. -Los dueños de los autos robados vienen y se enojan con nosotros. Creen que estamos aquí para evitar que les roben y lo único que podemos hacer es avisarle a algún carabinero- comenta.

Un poco más allá, en una botillería que hace pocos minutos estaba llena de hombres, se escuchan garabatos. De pronto, salen dos personas con botellas de cerveza en las manos y antes de cruzar la calle, uno de ellos rompe una de las botellas en el suelo, soltando garabatos quizás a quién. Nadie se inmuta. Pareciera que estas situaciones en el Barrio Franklin son pan de cada día.

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